Espectacular concierto el que ofrecieron anoche en la sala Caracol los cuatro integrantes de Eldorado. En un recinto casi lleno y ante un público entregado la banda dejó constancia de ese nivelazo que les ha llevado a situarse como una de las formaciones no ya prometedoras, sino consolidadas del panorama rockero allende nuestras fronteras.
La noche comenzaba con la banda estadounidense Dirty Names, cuatro tipos que causaron una buena impresión a bordo de su rock de reminiscencias a lo Black Crowes y una energía y actitud sobresalientes.
Pero el público había acudido a la Caracol a ver a una de esas bandas llamadas a hacer algo grande, y desde los primeros compases de "Mr. Saturn" una poderosa sensación de apisonadora iba a inundar el escenario.
Una auténtica locomotora que a medida que va desgranando su repertorio alimenta ese sentimiento de perfecto engranaje de demolición. Un set list basado esta noche fundamentalmente en sus binomios "Paranormal radio"/"Antigravity Sound Machine" y "Dorado"/"Golden". "Juegos De Medianoche" y "Like A Lost Child" nos conducen a toda velocidad a "Caída Libre" para deleitarnos con una fabulosa versión del "Somebody To Love" de Jefferson Airplane. "El último Tren", la personalísima "Atlántico" y la brutal "Another Bright Sunday" nos llevan a un Jesús Trujillo abandonado a su suerte en el escenario de la mano de su acústica de doce cuerdas para obsequiarnos con "Blue Jay Wings".
La traca final se desarrolla a bordo de "Space Mambo", "Paranormal Circus", "Kassandra" y "I Don't Need No Doctor", antes de que el esperado bis nos regale "Reactor" y la ya mítica "La Casa De Las 7 Chimeneas".
Talento y actitud de la mano en un momento en el que si es complicado encontrarlos por separado, no digamos en conjunto.
Aplastante es el combo rítmico que forman Javier Planelles a las baquetas y César Sánchez al bajo. Se me ocurrió definir a Planelles como el hijo bastardo de John Bonham, y ayer confirmé que me quedé corto. Su dominio del ritmo es inmneso. Pegada y control no es algo fácil y Javier aúna ambas y fundamentales características.En un momento del concierto incluso me pareció vislumbrar al mismísimo Ian Paice deleitándonos en el solo de "The Mule".
Lo de César Sánchez es para nota. Desde su atalaya de jefe controla todos y cada uno de los movimientos de su gente, plenamente integrado además a través de un instrumento que mientras marca la pauta se convierte en perfecta guitarra rítmica cuando no en la solista, atreviéndose incluso con el pedal y la distorsión.
Planelles y Sánchez, juntos aplastan, individualmente asombran.
Andrés Duende y su guitarra volvieron a hacer honores al apellido del gaditano. Sólido como una roca, perfecto conductor de riffs duros, arenosos o psicodélicos, lleno de actitud y poder eléctrico, disfrutando de una manera tremenda de su trabajo, gozando al tiempo que ve como sus afilados riffs hacen mella en el público.
Y Jesús Trujillo. Trujillo magnifica la definición de frontman. Un poderío vocal incuestionable y puesto fuera de toda duda en el concierto madrileño. Dulce o áspero en consonancia al momento y lleno de energía. Transmite y se nota. Si además se engancha a la pandereta, a las maracas o de manera genial a las teclas, es puro espectáculo de rock and roll.
Dos hora de puro rock en ese formato que ha hecho grande a Eldorado, ya sea en español o en su versión más internacional. Un disfrute para los sentidos que tendrá su continuidad a lo largo de toda la gira.
Muy destacable además la accesibilidad de unos músicos que llenos de talento mantienen los pies en tierra firme.
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