Desde 1996 Nashville Pussy ha ofrecido una adictiva mezcla de sexo, drogas y rock and roll. Una de las máximas de cualquier tipo que se precie de serlo y que los de Blaine Cartwright y Ruyter Suys se han encargado de avivar. Desde aquel brutal "Let Them Eat Pussy" hasta el excelente "From Hell To Texas", publicado en 2009, la banda de Atlanta ha enarbolado como pocas la bandera de la rudeza, de la decadencia, y por supuesto, del rock con pelotas.
Después de cinco años sin lanzamientos de estudio Cartwright y Suys vuelven con energías recobradas y publican "Up The Dosage", el álbum más cachondo y enérgico de los Nashville Pussy en los últimos tiempos. Los de Blaine Cartwright retornan a lo mejor de su catálogo para fabricar uno de sus mejores álbumes. Los riffs crudos y descarnados, la pesadez del bajo, la dureza de la batería y voces que apestan a Jack Daniels vuelven a protagonizar un disco de Nashville Pussy, todo ello aderezado por esa actitud de nos importa una mierda lo que penséis de nosotros de la que hacen gala.
En "Up The Dosage" encontramos elementos de los Rolling Stones, de Motörhead, de AC/DC, de los Sex Pistols o de los Aerosmith de los 70. Puede parecer una exageración, pero es que lo más decadente se reúne en el nuevo esfuerzo de Nashville Pussy y se despliega en forma de ese hard rock sucio y rastrero marca de la casa. Un disco vital y dinámico que ha conseguido la mezcla perfecta entre un sonido profesional pero sucio al mismo tiempo gracias a la labor de Rick Beato, productor de Shinedown, y Brian Pulito. Una producción que incide en elevar el sonido de las guitarras sin ahogar el del combo rítmico.
La guitarra de Ruyter Suys ha llegado a su cima, y esos riffs grasientos, mezcla de los de AC/DC y Motörhead con toque sureño se apoderan de la música de "Up The Dosage" secundados por los de Blaine Cartwright, ese tipo que parece no haberse duchado en el último mes y cuya voz es un joder que mal canta pero como me gusta. El matrimonio compone, y salvo por un par de excepciones la temática es la de siempre y nadie debe escandalizarse ni aburrirse. Nashville Pussy son lo que son, fundamentalmente una banda sin pretensiones que sólo pretende divertirse y divertir.
Cinco bajistas han pasado ya por Nashville Pussy contando a la recién llegada Bonnie Buitrago, pero la química entre la nueva y Ruyter Suys es algo evidente, y ambas se marcan las mejores armonías vocales en los casi 20 años de historia de la banda. Buitrago reúne lo que en Nashville Pussy se le exige: toneladas de actitud. Y si, su bajo es bueno. Jeremy Thompson continúa al mando de las baquetas y parece incluso más centrado en esta ocasión, no sabemos si de motu propio o por recomendaciones de la producción. El caso es que el tipo funciona y ensambla perfectamente con la señorita Buitrago.
"Everybody's Fault But Mine" abre el disco con su riff teñido de country y de sur, ese que tan bien destilan Ruyter y un Cartwright cuya voz sabe a que jugar ya desde el principio. Llega "Rub it to Death", un tema jocoso y lascivo con la masturbación como protagonista. El riff es de nuevo crudo y duro al tiempo que Bonnie Buitrago marca de manera feroz su territorio en espera de un solo de Ruyter Suys absolutamente pegajoso.
"'Til the Meat Falls Off the Bone" es hard blues rock eléctrico y sudoroso que recuerda por momentos a los Aerosmith de los 70. Simple, lento, pegadizo, melódico y sucio, muy sucio, como corresponde a una banda como Nashville Pussy. Después "The South's Too Fat to Rise Again" ofrece a un desmedido Cartwright mientras Suys y Buitrago mantienen el tipo como las elegantes damas de tugurio que son. Puro sur lleno de polvo y de comida grasienta.
"Before the Drugs Wear Off" es un tema de brillantes letras, guitarras humeantes y profundas y piano de tugurio. Aroma a los Rolling Stones con coros femeninos incluidos y solo a lo Chuck Berry. El hard rock descuidado de "Spent" cede el paso a "Beginning of the End", un tema que ofrece dos largos solos de Suys entre los riffs estridentes de la propia guitarrista y Cartwright, sostenidos por las elásticas líneas de bajo de Bonnie Buitrago y el golpeo de Jeremy Thompson.
En "Up the Dosage" una excelente Buitrago pone en situación antes de que los sucios riffs del matrimonio Cartwright-Suys se apoderen del tema, y en "Taking it Easy" la señora Ruyter se erige como vocalista, pero sólo en menos de un minuto, y es una pena, porque deja con ganas de más. Luego "White and Loud" está destinado a convertirse en un himno, con su coro adictivo. Un tema que sin duda será un clásico en directo.
En "Hooray for Cocaine, Hooray for Tennessee" la mandolina y el dobro se adueñan de un corte acústico en formato bluegrass, antes de ese blues de letras profundas sobre las consecuencias sociales de la depresión económica que es "Pillbilly Blues". El álbum termina con "Pussy's Not a Dirty Word", un grito descarnado por la libertad de expresión que Nashville Pussy sabe lanzar como nadie, con el mejor Thomspon de todo el álbum, con una brutal Buitrago y una feroz Suys.
"Let Them Eat Pussy" sigue siendo sin duda el mejor trabajo de Nashville Pussy, pero "Up The Dosage" se convierte desde la primera escucha en un muy buen álbum de eso que tan bien manejan los de Cartwright y Suys. Ni en toda su carrera, ni por supuesto aquí, encontramos letras profundas, hermosas estructuras ni virtuosismos técnicos, pero es que esto es Nashville Pussy, una de las mejores bandas del panorama rockero actual cuando de rock sucio, grasiento, con pelotas y lleno de actitud se trata, y en "Up The Dosage" esa fórmula está representada a la perfección, así que no nos pongamos cursis.
No olvidéis pasar por LA BANDA QUE NUNCA EXISTIÓ para dejar vuestra lista de esa posible mejor banda de la historia del rock, en formato comentario o mediante MD a @BlueMonday1971.
White and Loud ya esta haciendo de las suyas en vivo, un disco fantástico sobre el que también comente en mi blog esta semana.
ResponderEliminarFelicidades por el post.
Saludos y buen fin de semana,