Pink Floyd acaban de publicar, veinte años después, el que sin duda será su último álbum de estudio, si es que podemos llamarlo así. El artefacto se llama “The Endless River” y se compone de material no utilizado para el brillante “The Division Bell” que los británicos colocaban allá por 1994. Cortes instrumentales en su mayoría para un álbum orquestado como homenaje al teclista Richard Wright, fallecido en 2008. Y aviso para navegantes, quien espere un disco que muestre el estado de Pink Floyd en 2014 se va a topar con la cruda realidad, porque “Endless River” no es lo que se dice un álbum de estudio al uso.
“The Endless River” ha sido diseñado como una unidad de dieciocho temas que supuestamente deben fluir en armonía, como si de un río se tratase. No siempre lo consiguen, pero por momentos la banda recuerda a aquella que fue, sobre todo si tenemos en cuenta de donde han salido los cortes que componen el álbum, a pesar de que una inmensa mayoría de talibanes consideran que Pink Floyd dejo de ser Pink Floyd en 1985, algo en lo que por supuesto, no estoy de acuerdo, y es que tras la salida de Roger Waters la banda siguió fabricando algunos títulos memorables.
Un hecho importante es que “The Endless River” suena más al Pink Floyd clásico que cualquier artefacto que hayan publicado los británicos en los últimos treintaicinco años. Nota definitiva en “The Endless River” es el protagonismo de un David Gilmour que empapa el disco de sus solos y que deja infinidad de recuerdos del pasado en la mayoría de composiciones del álbum, y es que el talento del guitarrista es algo innegable. Creo que muchos de los que amamos a Pink Floyd tenemos ya la edad y la madurez suficientes como para enterrar ya esa guerra entre Waters y Gilmour, algo que servirá para apreciar las virtudes de ambos, y también en sus defectos, pero sobre todo hacerlo sin caer en el fanatismo.
Se diga lo que se diga en “The Endless River” hay música fabulosa, inspirada en su mayor parte por la magistral interpretación de Richard Wright, con sus teclados pasando sin problemas de acordes grandiosos a texturas de jazz, y de David Gilmour, con una guitarra llena de inteligencia emocional y tonos feroces e irónicos, dos músicos antológicos que interactúan de manera deliciosa a lo largo de todo el álbum. Son el propio Gilmour y el baterista Nick Mason, soberbio también en su interpretación, ayudados por Phil Manzanera, los encargados de reciclar el viejo material, y el resultado han sido una serie de atmosféricos temas instrumentales en el vejo espíritu que tenía la banda antes de “The Wall”.
Temas que siempre desprenden el viejo y fabuloso aroma de la historia de Pink Floyd como "Things Left Unsaid...", un corte que abre el álbum con su tempo triste, con su sintetizador y con una hermosa apertura elegíaca que evoca los inicios de otro corte de despedida, el “Wish You Were Here” de 1975, o "Sum", en la que su traqueteo de batería y su creciente tensión recuerdan a la fabulosa intro de Nick Mason para “Time”.
"Skins" es un solo de batería de Nick Mason que se alarga por más de dos minutos y donde combina florituras y trucos en un ejercicio de auténtica maestría que dejan una textura tribal, o "Anisina" y sus acordes suaves de piano y su saxo están claramente cortados por el mismo patrón que el “Us And Them”, o "Autumn '68", una vieja grabación de Richard Wright tocando el órgano en el Royal Albert Hall, un más que evidente guiño al “Summer ‘68” del “Atom Heart Mother”, transcurriendo así el álbum hasta la llegada de "Louder than Words", el corte que lo cierra, un tema imponente, conmovedor y abierto, una de las mejores composiciones del disco. Son sólo algunos de los temas de un álbum sumamente interesante y que probablemente servirá para poner punto y final a la carrera de Pink Floyd.
Realmente “The Endless River” no es un álbum nuevo de Pink Floyd, es una especie de continuación del “The Division Bell” de 1994, y como tal debe ser juzgado, así que las exacerbadas críticas que ha recibido deberían haberlo tenido en cuenta. Gilmour y compañía no se metieron al estudio para grabar nuevas composiciones, al contrario, recuperaron viejo material que nos provoca y produce sensaciones de un pasado glorioso y violento que por momentos nos devuelve la grandeza de una de las bandas más grandes de la historia del rock, un final tranquilo a una carrera turbulenta.
Entrada previamente publicada en el ZEPPELIN ROCK SABBATH de @FRAILAS
Algunos medios han vapuleado este disco. Pero sin duda es un album estupendo, muy digno para despedirse como colofón a la carrera de Pink Floyd
ResponderEliminarno me ha gustado nada como el Dicison bell creo que sinceramente el mejor homenaje a Wright era dejarlo en el baul. Muy aburrido
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