Con la publicación de "Dreamtime" en 1984 y "Love" en 1985, The Cult habían cautivado a una legión de seguidores británicos merced a un sonido pausado, oscuro, de atmósfera opresiva y arreglos en cierto modo góticos.
Con esos favorables precedentes The Cult entraba en el estudio para grabar "Peace", el que hubiese sido su tercer álbum de estudio. El resultado de aquellas grabaciones, lo que hubiese sido "Peace", está recogido en "Rare Cult", y son conocidas como las "Manor Sessions". Seguían sonando a "Love", aunque los riffs de guitarra se antojaban algo más enfurecidos.
Con todo aquel material en el bolsillo Ian Astbury y Billy Duffy cruzaron el charco en busca de la chispa que convirtiese aquellos temas en un álbum verdaderamente explosivo, un artefacto que les abriese las puertas del suculento mercado estadounidense.
Aquel detonante fue Rick Rubin. Su genialidad en la producción se asoció al genio compositivo de Astbury y Duffy y parió uno de los mejores álbumes de rock de toda la década de los 80.
"Electric" fue publicado en 1987, y probablemente estaba destinado a seguir la línea de "Love", si no llega a ser por la afortunadísima aparición de Rubin, el artífice de que lo más parecido a un disco oscuro se transformase en un tremebundo trallazo de hard rock.
Una excelente fusión entre la energía y la creatividad melódica, entre el ritmo y el sonido, entre la psicodelia primitiva de The Cult y la fuerza de las guitarras imbuida por Rick Rubin.
Cuando los clásicos riffs de Keith Richards mutaron en los riffs duros de Malcolm Young, el resultado sólo podían ser los riffs de Billy Duffy en "Electric", un tipo, Duffy, que descubrió lo dura que podía sonar su guitarra cuando se puso en manos de Rubin, el encargado de metalizar ese sorprendente aura que impregna todo el disco evocando el rock clásico de los 70.
Afortunada combinación de estilo vocal, imaginería clásica americana y riffs simples pero llenos de poderío, una de las claves que Rubin utilizó en muchas de sus producciones.
Ian Astbury está inmenso, un potente animal que evoca a un barítono Robert Plant y que con su tremendo cambio de imagen representó también mejor que nadie el giro de 180 grados que su banda dio en "Electric".
Los solos y riffs de Billy Duffy muestran de manera inequívoca su procedencia, pero el guitarrista consigue dotarlos de personalidad propia al mismo tiempo que obtiene el que se convertiría en sonido característico de The Cult.
El soporte rítmico es fundamental en "Electric", y el bajo de Jamie Stewart y la batería demoledora del inmenso Les Warner sientan las perfectas bases sobre las que apoyar el incuestionable protagonismo de Astbury y Duffy.
El romanticismo de "Wild Flower" abre "Electric" y muestra a The Cult en su máxima expresión, una epecie de preparación para "Peace Dog" y su brutal solo sustentado por una tremebunda base rítmica y la poderosa voz de Astbury.
"Lil' Devil" es pura adrenalina, y "Aphrodisiac Jacket" muestra a un Astbury que cree fielmente en las inocuas letras del tema.
Trallazos como el demoledor "Electric Ocean" o "Bad Fun", de inmenso riff, conducen sin remisión a "King Contrary Man", un brutal homenaje a Robert Johnson, sin duda el tema más duro de todo "Electric".
El riff clásico del "Start Me Up" de The Rolling Stones preside la cínica y fabulosa "Love Removal Machine", a continuación de la cual una sucia y agresiva versión del "Born To Be Wild", el clásico de Steppenwolf, provoca fuertes divisiones.
El rápido y contagioso riff de "Outlaw" y su eléctrico solo anticipan un final que llega con "Memphis Hip Shake", el tema que cierra el álbum como si no hubiese un mañana, llena de poderosas y sucios acordes.
Un álbum, "Electric", nada pretencioso, pero lleno de una emoción y una energía de la que tal vez The Cult adoleció en sus dos primeros álbumes, a pesar de que temas como "She Sells Sanctuary" nada hacían presagiar el espectacular cambio de dirección.
"Electric" capturó la esencia más energética del auténtico rock and roll en sus niveles más primarios, y entró por derecho propio en los altares del rock hecho en los 80.
Como dices, Blue, la aparición de Rubin fue crucial y modificó del todo la idea primitiva, que tampoco era nada mala. "Electric" es buenísimo, pero cierto también que ese cambio de dirección implica a veces plagios descarados de AC/DC ("Wild Flower"), Stones ("Love Removal Machine") o Led Zeppelin ("Peace Dog"). Nos quedamos, de todos modos, con la emoción y energía de la que hablas al final.
ResponderEliminarUn abrazo.
Querido Gonzalo, tanto como plagios....jajaja. Digamos que me gusta AC/DC, me gustan los Rolling Stones, y me gustan Led Zeppelin...así que esto es un pedazo de disco. Aunar todas tus influencias y usarlas para construir algo así es digno de elogio, aunque sea Rubin quien te ayude a encontrarlas.
EliminarAbrazos.
¡Todo un puñetazo en la mesa!
ResponderEliminarCon la crudeza y energía de "Electric", The Cult se hicieron muy grandes. El paso definitivo fue "Sonic Temple", pero es indudable que este álbum marca un antes y un después en la carrera de Astbury & Duffy.
Obra maestra.
Saludos.
Querido Rockland, mi coincidencia es absoluta. Se puede hablar incluso de una trilogía gloriosa si la extendemos hasta el "Ceremony" del 91.
EliminarAbrazos.
Me identifico plenamente con lo que manifiesta Gonzalo. Siempre diré que prefiero el "Love" pero con todo, una obra maestra que tuvo mucho significado para mí. Abrazo.
ResponderEliminarAmigo Johnny, yo los prefiero justo desde el "Electric" hasta el "Ceremony", incluyendo por supuesto el "Sonic Temple", tres discos fundamentales en mi pequeña historia, en el paso compulsivo por mi juventud. Y además son tres pelotazos llenos de riffs descomunales.
EliminarAbrazos.