El 15 de Diciembre de 1988 Keith Richards y su banda, los X-Pensive Winos, pasaban por el Hollywood Palladium de Los Angeles en medio de su gira norteamericana de apoyo al "Talk Is Cheap", el primer álbum que el Riff Humano había lanzado fuera de los Rolling Stones.
Aquel concierto quedó registrado como "Live At The Hollywood Palladium, December 15, 1988" y sería publicado a caballo entre 1991 y 1992, ya fuese en Estados Unidos o Reino Unido.
Una especie de anticipo del "Main Offender" que Richards y los X-Pensive Winos publicarían en Octubre de 1992 y que fue finalmente fue hecho realidad gracias a Jane Rose, la manager de Richards.
Richards se rodea para "Live At The Hollywood Palladium, December 15, 1988" de los mismos tipos con los que comparte protagonismo en sus dos únicos álbumes de estudio, "Talk Is Cheap" y "Main Offender". El baterista Steve Jordan, el bajista Charley Drayton, el guitarrista Waddy Wachtel, el teclista Ivan Neville, la vocalista Sarah Dash o el colega de juergas de Richards, el fabuloso saxofonista Bobby Keys, acompañan una vez más a Keef, esta vez en formato directo.
"Live At The Hollywood Palladium, December 15, 1988" es realmente una grabación con público del fabuloso "Talk Is Cheap", pero con el añadido de algunos geniales extras. Realmente la excelente producción y energía del "Talk Is Cheap" pusieron el listón muy alto, y el directo es posible que se resienta por ello, pero probablemente Richards pensó en lanzar algo oficial dada la alta cantidad de bootlegs de los X-Pensive Winos que ya por aquel entonces circulaban. En cualquier caso aquí tenemos a Keith Richards y a sus colegas tocando como si lo estuviesen haciendo en un viejo tugurio lleno de humo, y eso es algo que siempre se agradece.
La producción corre a cargo una vez más del propio Richards y de Steve Jordan, a los que se suma esta vez Don Smith. Algo turbio pero lleno de energía, y eso es lo mínimo que se le puede exigir a una banda cuando de entregarse a su público se refiere, sobre todo si ese material va a ser utilizado.
La banda se divierte, recreando esa atmósfera de club y manteniéndose fieles a aquellas raíces blues y jazz que en su momento hicieron de los Rolling Stones un grupo tan excepcional. Keith Richards ha llevado consigo ese respeto a las fuentes y lo transmite en todo lo que hace. En "Live At The Hollywood Palladium, December 15, 1988" es evidente. Los X-Pensive Winos se lo pasan en grande y por supuesto el público también, y eso es algo que se transmite a lo largo de todo el disco, representación de la filosofía de vida de Richards y de su manera de entender la música.
Solamente Richards y su banda se olvidaron de "You Don't Move Me" y de "It Means A Lot" para el directo, incluyendo los nueve temas restantes junto a algunos clásicos de los Rolling Stones.
Destacan el reggae de "Too Rude", el tema de Lindon Roberts que los Rolling Stones habían incluido en su "Dirty Work" de 1986, maravillosamente conducido por el saxo de Keys, un fantástico "Take It So Hard", el inmenso, arrastrado y sucio blues de "Make No Mistake", en el que la dulce voz de Dash es el contrapunto perfecto para la raposa de Richards, un excelente "Happy", uno de los temas de referencia de Richards, incluido en "Exile On Main St." de 1972, aquí con más de seis minutos de duración y sin solos, la humeante y lenta "Locked Away", y los fabulosos y musculoso riffs de "I Could Have Stood You Up" y "How I Wish", el fabuloso guiño a los Rolling Stones que es "Connection", el magistral tema del "Between The Buttons" de 1967, o la maravillosa versión interpretada por Sarah Dash del "Time Is On My Side", el tema de Jerry Ragovoy que los Rolling Stones versionaron en el "12X5" de 1965.
"Live At The Hollywood Palladium, December 15, 1988" no es el mejor álbum en vivo de la historia, probablemente no estará ni en un imaginario top 100 de directos, pero presenta esa sensación de determinación, de pelotas, de energía, de disfrutar con la música, ese sentimiento que seguramente los Rolling Stones han sido incapaces de transmitir desde que la década de los 80 llegó a su fin, y eso, sólo eso, ya le convierte en un disco que merece la pena. O tal vez sea la posibilidad más cercana en la actualidad de escuchar un solo del mismísimo Keith Richards.
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